domingo, 5 de marzo de 2017

CANTERA DE LA UNAM

CICATRIZACIÓN NATURAL
Susana Bianconi
 Publicada en la revista CAMBIO del Estado de México en febrero 2017
Los pedregales no tienen lagunas. Esto es porque los terrenos rocosos dejan pasar el agua y la re-infiltran al suelo. Para retener el agua se requieren suelos impermeables, generalmente sedimentarios.
Así, y como ejemplo, diremos que la Sierra de las Cruces absorbe agua, mientras, a sus pies, las lagunas del Lerma la contienen.

Lo mismo ocurre con el Pedregal de San Ángel, donde se asienta nuestra Universidad Nacional Autónoma de México. Las rocas del pedregal dejan sumergir el agua entre sus oquedades. Y sin embargo…

Hace 31 años, la Ciudad de México se vio envuelta en una nube de polvo luego de la sacudida del temblor del  19 de septiembre. Cuando se pudo volver a ver entre las partículas, la visión fue una de desolación: edificios ladeados, semiderruidos, banquetas alzadas, cascotes, cables y postes tirados. Emergencia.

La UNAM, la inmensa Universidad, abrió los brazos a todos esos despojos de la ciudad y recibió el cascajo. Permitió que esa mezcla de materiales retorcidos hallaran reposo en la cantera del Pedregal de Santo Domingo, sitio donde años atrás se sacaba material de construcción.
Y pasaron los años.

Unos cuantos lagos aparecieron en la superficie de este tiradero a cielo abierto. Llegaron aves, nacieron plantas, croaron ranas y en el lapso de una generación el sitio es otro. La naturaleza se regeneró, o mejor dicho, generó un nuevo lugar con características propias sobre el pedregal original. Ahora hay una trotapista, un Centro de Desarrollo Comunitario y entrenan Los Pumas amparados por los acantilados de la vieja cantera. Se llega a pie desde el Metro Universidad.

La palabra de moda para un fenómeno como el que describo es resiliencia, pero suena tan fea y es tan difícil de pronunciar, que prefiero usar la palabra cicatrización. La combinación de un suelo nuevo (formado de los más diversos materiales) y la acción del clima local permitieron dar vida a un gran tonelaje de despojos inerte. Sí se puede, dice esta fábula. Sí nace vida de la muerte. Sí hay que darle una oportunidad al tiempo, como a Hiroshima, para renacer de las cenizas.


Fototo del Google Maps
¿Cuántos cataclismos tendremos que capotear para recuperar el paraíso perdido del río Lerma? ¿Cuántos siglos habrán de pasar para recuperar el lago de Texcoco que el gobierno federal está matando para echar a andar un aeropuerto contrahecho? ¿Cuántos incendios habrá que tolerar antes de sanear los charcos de gasolina de las cotidianas tomas clandestinas? ¿Cuántas inundaciones habremos de sufrir antes de parar la pavimentación del territorio?

No todo es desesperanza. La Cantera del Pedregal hoy se llama Parque Ecológico Experimental y es el Ave Fénix del terremoto de 1985.