miércoles, 11 de diciembre de 2013

IRÁN, IRAQ, MÉXICO

                                                               EL PETRÓLEO
publicado con alteraciones en CAMBIO del Estado de México #102, noviembre 2013

Las comparaciones son siempre odiosas, pero sirven para poner en perspectiva algunas variables de la realidad. Persia, Irán, es un país petrolero que se abrió al capital extranjero durante el régimen del Sha Reza Palevi. La occidentalización de las costumbres y la apertura de la economía  al mercado capitalista produjo una reacción nacionalista abanderada por la cúpula religiosa, que convirtió al país en un régimen cuasi teocrático, encerrado en sí mismo por el bloqueo externo que sobrevino y que persiste hasta hoy desde 1979.

En una historia más reciente, su vecino cercano, el también petrolero Iraq, fue invadido y sometido por el ejército norteamericano y algunos de sus socios europeos. La  riqueza petrolera iraquí se abrió a las compañías internacionales después de una larga y agónica guerra.

Son ahora vecinos distantes. Irán es soberano, Irak no lo es. Irán tiene un producto interno bruto de 827.344 millones de dólares, mientras el de  Iraq es  6 veces menor.

Ninguno de los extremos es deseable, ni el absolutismo de los Ayatolas ni la carencia de gobierno propio. Ni el bloqueo económico que sufre Irán, ni el liberalismo a ultranza introducido en Iraq post mortem de Sadam Hussein. La tercera vía, la buena, parece ser la mexicana. Una economía más robusta que la de los países citados, liberal en lo económico desde el Tratado de Libre Comercio y dueña de su petróleo.

Esta tercera vía corre el riesgo de desaparecer para abrirse por medio del Congreso al mercado internacional como lo hizo Irán en época del Sha de Persia (quien por cierto fue asilado en México y falleció en Cuernavaca). La propuesta del presidente Peña Nieto cuenta con la aprobación del Partido Acción Nacional y consecuentemente será cosa de días para que la Constitución de 1917 sea intervenida y redactada a modo de las Compañías Petroleras Internacionales.

Al igual que en el caso del cambio de estatus del Nevado de Toluca, no queda claro para qué se mueve el estable estado del petróleo en México. Llevamos 75 años viviendo de la riqueza petrolera, ha sido cómodo y sin duda, lleva los últimos 30 años desdibujándose del propósito expropiatorio. Pero desbaratar al sindicato mediante esta apertura indiscriminada es un precio muy alto a pagar que podría solucionarse sencillamente, obligando a que se cumplan los estatutos sindicales de democracia y rendición de cuentas. Es un vericueto ilógico.

Y no es que le tema a una revolución de Ayatolas de la Santa Muerte o a una nueva invasión norteamericana. Le temo al despeñadero que sobrevendrá cuando la riqueza no se invierta en México sino que dance en las empresas transnacionales donde unos pocos mexicanos tengan acciones y donde los nuevos trabajadores contratados carezcan de toda prestación. A ese escenario obvio e inexorable sí le temo.

La riqueza petrolera sirvió en los 45 años que siguieron a la expropiación para salvar las distancias entre ricos y pobres, para alfabetizar y para crear clase media. Hoy podría volver a servir a la nación, a la Suave Patria de López Velarde; pero la clase política no lee, no siente, ni es capaz de ponerse en los zapatos de ningún otro. Están demasiado ahítos para ocuparse de los demás y votarán a favor del cambio constitucional, al cabo no saben que fue el diablo quien les escrituró el petróleo.