domingo, 15 de agosto de 2010

urbanismo enredado


URBANISMO ENFERMIZO
Publicado en CAMBIO de Julio 2007



Los lugares tienen alma propia. Estando en casa de Marión, una amiga que vive en una privada de La Providencia en Metepec, sentí cerca la presencia de Alejandra, otra amiga. ¿Porqué la intuía cerca si vive tan lejos, en INFONAVIT San Gabriel? No, no tan lejos, me dije, apuesto a que llegaría caminando... bueno, si se pudiera. No se puede porque entre ambas amigas se yerguen las bardas de San Carlos, otro sitio privado.
A ver, a ver... volando por la red a bordo del Google Earth (cualquiera puede bajar la conexión a su computadora) me puse a tomar distancias sobre el mapa satelital. La precisión y la resolución del área de Toluca y Metepec son asombrosas. Cuatrocientos ochenta metros separan en línea recta las casas de mis dos amigas. Haciendo un recorrido hipotético en líneas ortogonales, como si se caminara por calles tradicionales, resultó que nos llevaría 800 metros llegar de un punto a otro. Ahora bien, como ninguna de estas opciones es posible debido a que las calles no interconectan, se debe de hacer un recorrido mayor, nada menos que de 4,100 metros.
El enfermizo urbanismo de Metepec, nos obliga a recorrer ocho y media veces la distancia entre dos puntos cercanos, nos obliga a rodear los ghetos bardeados y a meternos a la vialidad Las Torres; nos obliga a largas esperas en los semáforos, a peligrosos recorridos entre autobuses y camiones materialistas, al gasto de gasolina y a la pérdida de tiempo.
Una distancia caminable equivalente a cinco (u a ocho) cuadras convencionales, se convierten en 41, una distancia innecesariamente larga. Toda una insensatez. Descartada queda en mi caso el uso de la bicicleta por razones elementales de seguridad.
No hay mucha diferencia entre estos largos y tortuosos recorridos y los que le obligan a hacer a los visitantes de reos en el penal de máxima seguridad del Altiplano, me han contado que uno queda desorientado y no sabe bien a bien de dónde viene ni qué tan lejos queda el sitio que visita. San Francisco Coaxusco, un pueblo de Metepec por donde pasaba la vía del tren rumbo a Tenango, fue literalmente encerrado cuando la apertura de la vialidad Las Torres lo separó irremediablemente de Santa Ana Tlapaltitlán; luego el Fraccionamiento San Carlos bardeó sus linderos al oriente, por el sur, la vialidad 5 de Mayo (ahora Juan Pablo II) es su única salida. El aislamiento y la segregación han creado un estanco, un mundo aparte en ese pueblo olvidado por el “progreso”.
La guía Roji es mi libro de cabecera, me entretengo en ver cómo desparecen los ríos en esta mancha urbana y sin la ayuda de David Coperfield sino sólo con la complacencia de la Comisión Nacional del Agua. Los ríos que bajan del volcán están de-sa-pa-re-cien-do. O al menos eso creen quienes los entuban y se montan sobre su ocurrencia. Las carreteras pasan sobre ellos sin jerarquizarlos, sin respeto alguno. En Valle de Bravo, la Plaza Mazahua fue construida recientemente sobre el río Tizates, luego de que una inundación dejara maltrecha la anterior construcción. Mal ejemplo oficial ante la invasión constante de los canales que realiza la gente, gente que recibe el mal ejemplo desde arriba.
Pero las noticias cotidianas nos dicen que ese sistema indolente de entubar los ríos no es del agrado de la naturaleza, algo no le está gustando a la tierra, o al planeta, algo huele mal en Dinamarca...diría Hamlet.
Se abren grietas, se vacía el lago de Chapultepec, se deslavan los cerros, se inundan las casas, se desperdicia el agua de lluvia, se mezcla con el drenaje, se tapan los escurrideros naturales, se vive mal en la región mas transparente del aire. ¿Le importa al capital especulativo la recuperación de las cuencas?, ¿la gente de la Bolsa sabe lo que es una cuenca? ¿Le importará a Televisa cuyo dueño se fue a vivir a Miami? ¿Cómo es el urbanismo de Miami? Iré a sobrevolar esa ciudad costera en la red para saber dónde viven los ricos cuando México les queda chico.
Porque este urbanismo enfermizo que padecemos en los suburbios de las ciudades del altiplano tiene que ver con la segregación, con la atomización del territorio y con la circulación obligada por las carreteras de tiempos coloniales que sólo se ensanchan. Lejos de que crezca una red carretera, se les añaden carriles a las existentes y todos vamos y venimos embotellados por la mismísima recta que usaban las mulas.

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