lunes, 16 de agosto de 2010

La Regla de Diez

LA REGLA DE DIEZ

Publicado en CAMBIO en Noviembre de 2008


Salta a la vista que en nuestra sociedad la carga de trabajo no está bien repartida. La Ley Federal del Trabajo es una reliquia de archivo histórico que nadie observa ni hace observar. La jornada de 8 horas sólo existe en los libros de texto, no en la realidad diaria de miles de jóvenes egresados que compiten por una plaza y que son humillados a aceptar jornadas de 10 y 11 horas de trabajo, so pena de ser desplazados por cualquier otro joven en las mismas circunstancias.

La crisis del desempleo es elemental: muy pocos están haciendo el trabajo de muchos. Como burros. Y la falta de distribución de la riqueza es también elemental: muy pocos se quedan con la riqueza de todos los demás. Nadie quiere compartir ganancias, sólo se socializan las pérdidas. El Secretario del Trabajo de México, Javier Lozano Alarcón lo dice con claridad a los trabajadores: “coopelan o cuellos”, y los trabajadores agachan la cabeza para cuidar su cuello. Todos, quienes tenemos algo que perder, agachamos la cabeza.

El mundo se está pareciendo a la Rusia zarista. Fedor Dostoyevski nos presenta en “Apuntes del subsuelo” a un personaje empobrecido y amargado que sobrevive enfermo rechinando los dientes, pero que tiene servicio doméstico: “Mi criada es una mujeruca aldeana, vieja, perversa por estupidez, y siempre huele mal por añadidura”. La clase media mexicana se empobrece y rechina los dientes, pero conserva el privilegio de contar con servidumbre: cerillos, franeleros, lavacoches y un largo etcétera.

Si yo fuera gobierno (no lo quieran los dioses) instituiría la regla de diez. El sistema decimal es fácil de utilizar y con él estamos familiarizados; así las cuentas son rápidas. Mi idea es que en cualquier organización no exista mayor distancia entre el de más arriba y el de más abajo que 10. Veamos. Si el Director de una coorporación (pública o privada) se asigna un salario de 100 mil pesos al mes, el trabajador más joven y recién contratado para el puesto más bajo debe ganar un sueldo inicial de 10,000 pesos.
Imaginemos una escuela (pública o privada) donde un conserje gane 4,000 al mes, obligaría a su director a ganar 40 mil. O, invirtiendo el ejemplo: si el director quiere ganar 80 mil, su nuevo conserje deberá ganar 8 mil.

Una distancia de 10 es todavía mucha (los japoneses recomiendan sólo 8) pero no es tanta como la que separa a un Gobernador (cualquiera que usted escoja) de su personal subalterno. Ni qué decir de la diferencia entre un promotor de boxeo y sus pupilos boxeadores; o entre un productor de flor y la muchacha que fumiga las plantas; o entre el dueño de una mina y el minero.

Ahora bien, si el más mal pagado puede comer bien, a todos los demás nos irá mejor. La inseguridad proviene de la tentación que representa para el débil y el humillado o para el haragán obtener dinero fácil de las arcas de la delincuencia organizada. Los flojos existen en todas las sociedades, pero un haragán con un trabajo bien remunerado (inclusive demasiado bien remunerado para sus capacidades) nos pone a salvo de su astucia para cruzar la línea que divide lo legal de lo ilegal.

En un país cuyo sistema de seguridad social mantiene con decoro a sus desocupados, no cabe la lástima ni el perdón para el que transgrede la ley. Queda claro que el delincuente no delinque por hambre y entonces cuando es atrapado soporta todo el peso de la ley a secas, sin contemplaciones. En cambio, en sociedades disparejas y sin seguro de desempleo como la nuestra, queda siempre abierta la puerta para solapar al delincuente por ser víctima de la pobreza.

Ahora bien para poder aplicar esta regla todos deberíamos tener un trabajo formal, nada de outsorcings o trabajos en negro. Pero los migrantes africanos que llegan a las costas europeas, los centroamericanos que pasan a duras penas por México para llegar a los Estados Unidos y nuestros propios pobres, jamás alcanzan un empleo formal donde aplicar la regla de 10, lo que nos descompone la ecuación, y su trabajo, pagado por debajo del uno de nuestra tabla, permite que haya quienes ganen más, mucho más que el 10. Las malas costumbres y el esclavismo maquillado en contratos mensuales que practican muchas empresas de buena apariencia, dejan desprotegidos a las poblaciones de países neoliberales que ven en las legislaciones (como la mexicana que dio origen a la Ley Federal del Trabajo), el peligro del socialismo. Ese “Peligro para México” que se vociferó desde los spots del Consejo Coordinador Empresarial en tiempos electorales del 2006.

Tras dos años de calderonismo, la invasión de empresas españolas es manifiesta. Ellas no aplican la regla de 10 sino la del 4 y la del 35.4. Nos cobran cuatro veces más en México que en España por cualquier trámite bancario y le representamos a BBVA el 35.4% de sus ganancias mundiales (El País 2 de noviembre de 2008, pag.11). Al menos en México entramos, desde Fox, a vivir la etapa del neocolonialismo, donde todos los años son de Hidalgo...

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